El sistema de gestión tradicional de las salinas y esteros, que históricamente llegó a ocupar más de 5.000 hectáreas, se ha perdido casi por completo, y sólo quedan nueve salinas tradicionales activas, dentro del Parque Natural Bahía de Cádiz. La industria de la sal llegó a ser el principal motor económico de la región, que produjo un desarrollo a gran escala. Sin embargo, con el aumento de la competencia y la disminución de la demanda de sal (la llegada de la refrigeración eléctrica hizo innecesaria la conservación de los alimentos en salazón), el sector decayó desde mediados del siglo XX. Debido a este abandono progresivo, se ha dado un proceso de degradación, tanto de origen humano, con nuevas ocupaciones para uso agrícola, industrial, vial y urbanístico, como por procesos naturales como la sedimentación impulsada por el viento y la erosión de muros de contención, que ha reducido su biodiversidad.

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Recuperación de las salinas de Balbanera

Para revertir esta situación, SEO/BirdLife y Salarte han llevado a cabo un proyecto piloto, con el apoyo económico de la Fundación MAVA (dentro de su proyecto marco de “gestión integrada para la conservación de humedales costeros a través de soluciones basadas en la naturaleza y prácticas económicas sostenibles”). Esta iniciativa ha estado basada en un proyecto anterior, más pequeño, en otra salina vecina donde se implementaron diferentes medidas para mejorar la reproducción de varias especies de aves. Pero este nuevo proyecto pretendía ir más allá y restaurar, conservar y revitalizar una de las salinas más emblemáticas de Cádiz: Balbanera. Un ejemplo de restauración ambiental que, por su éxito, podría exportarse a otras salinas, cuando hoy, precisamente, se está debatiendo la Ley europea de restauración, una iniciativa fundamental para asegurar la recuperación y protección de los ecosistemas de los que depende la humanidad.

El resultado de estos trabajos de restauración eran presentados recientemente en rueda de prensa en un acto que tenía lugar en la propia salina por parte de Ana Carricondo, responsable de Conservación de SEO/BirdLife; Juan Martín, presidente de Salarte; Patricio Poullet Brea, jefe de la Demarcación de Costas en Andalucía-Atlántico; Rafael Martín Ballesteros, director-conservador del Parque Natural Bahía de Cádiz; Javier Benavente, presidente de la Junta Rectora del Parque Natural Bahía de Cádiz, y Juan Ariza Jurado, mariscador y guardian de la salina.

En las casi 50 hectáreas que ocupa esta salina junto con las de La Molineta y Nuestra Señora del Pilar, la práctica totalidad de los muros que las protegían de la acción del viento y el oleaje había desaparecido; varias de las compuertas que controlan el flujo de agua no estaban operativas; las comunidades acuáticas se habían vuelto muy pobres y las aves ya no podían reproducirse. Desde este punto de partida, el objetivo de este proyecto ha sido recrear y mantener un espacio dinámico que pueda generar sostenibilidad ecológica, socioeconómica y ambiental para este humedal; conseguir un ejemplo real de cómo la conservación y la economía verde pueden trabajar codo con codo a través de la gastronomía, el turismo y la “agricultura” de humedales. Además de potenciar la biodiversidad, se generan múltiples beneficios socioeconómicos, a través de ingresos, bienestar y empleo a partir de recursos endógenos y acciones sostenibles. Otro de los objetivos del proyecto es concienciar sobre los múltiples beneficios que aportan los humedales costeros y cómo su gestión continua y sostenible en Cádiz es imprescindible para su supervivencia en beneficio de las aves y la gente.


Mejora integral de las salinas

Las principales acciones que se han llevado a cabo durante los 15 meses de duración del proyecto han sido la reconstrucción de cerca de 2.000 metros de muros perimetrales y compuertas (5 exteriores y 12 interiores), con el fin de recargar y gestionar el agua dentro de la salina. Se han drenado los canales (alrededor de 5.000 m) para permitir la producción de peces y promover un hábitat adecuado para los flamencos y la biodiversidad. Se han creado islas para delimitar ecosistemas y zonas de cría de aves limícolas y charranes. Los esteros y canales han sido rediseñados para el cultivo de gambas y anguilas, beneficiando sus especies asociadas como anfípodos, pipas, caballitos de mar, doradas y lubinas, entre otras. Y se ha recuperado la producción tradicional de sal marina creando un área específica para esta actividad milenaria.

Mejora para las aves

Además, se han incluido otras cuatro actuaciones específicas para mejorar la reproducción del chorlitejo patinegro (catalogada como “Vulnerable” en el Catálogo Andaluz de Especies Amenazadas), el charrancito común, la cigüeñuela común y la avoceta común. Estas acciones han consistido en aumentar la altura de los muros (entre 0,5 y 1 m, dependiendo de su estado de conservación) para evitar la inundación de los nidos. Se han aportado residuos de conchas como sustrato con el fin de promover el uso del área como zona de cría para estas especies. También se han colocado microestructuras (tejas y pequeños palos en forma de Y) para favorecer la reproducción y supervivencia de los polluelos de charranes y chorlitejos. Por último, se han instalado pequeñas compuertas, ajustándolas a la profundidad requerida y se ha aumentado la biomasa acuática y la accesibilidad de los alimentos potenciales para las aves.


Asimismo, para facilitar la observación de aves y del paisaje, se ha llevado a cabo la rehabilitación de la casa salinera y la construcción de un nuevo mirador elevado, así como un pequeño almacén para guardar los aparejos de mantenimiento de las salinas, redes y otros implementos.

También se han creado pequeños equipamientos de apoyo a las actividades turísticas y educativas. Esto permitirá asegurar un empleo y una forma de vida en los próximos años para toda una familia y otras personas, aparte de conseguir una mayor valorización del sitio entre la población local.